Cap. 2
Retuvo el aire en sus pulmones durante un tiempo antes de dejarlo salir. En cuanto cruzaron el Puente Blanco una sensación de peligro los había bañado, por lo que el grupo detuvo su marcha para asegurar el lugar ante una posible batalla. Los tres guerreros más experimentados se adelantaron un par de metros, formando una primera línea de ataque y defensa. Un poco más atrás se colocaron los arqueros y brujos, semiprotegidos los más jóvenes guerreros del grupo.
Ananke se quedó en el extremo ignita del puente, junto a un muy joven alturian y a un conjurador de bastante experiencia, que ya había visto en un par de salidas previas a la Zona de Guerra. Gotten les daba un par de consejos, en especial sobre como mantenerse con vida para poder apoyar a sus aliados. Frente a ellos vio a la pequeña guerrera del grupo, en posición defensiva, protegiéndolos con su escudo.
La joven elfa no había prestado mucha atención a las conversaciones del grupo. En cuanto llegó al mercado lo primero que notó fue el cuchicheo de las dos tiradoras, que miraban embelezadas a los guerreros de más experiencia del grupo. Un par de chiquillas hormonales repitiendo chismes de pueblo, sobre un antiguo linaje y guerreros buscando mujeres para perpetuar su familia. Ella era distinta, una mujer práctica que no se permitía caer rendida ante un hombre, y que prefería mantener su mente ocupada en cosas realmente importantes, como los hechizos de protección y los cantos de sanación más poderosos de su clase.
Mientras se dirigían al Puente, pudo notar las diferencias entre los guerreros mayores y sus compañeros. Corrían a paso seguro, con un ritmo poco cansador, y aunque mantenían la vista fija al frente estaba segura de que estaban atento a todo lo que ocurría a su alrededor. En sus movimientos mostraban la confianza ganada en años de guerra, y que evidentemente era lo que les permitiría salir vivos de la batalla que se venía.
Miró a sus compañeros, segura de que con suerte la mitad de ellos volvería a sus tierras. La diferencia era abrumadora, los chicos que los acompañaban jamás habían participado en un combate real, y sabía que ni aún con su mejor esfuerzo podría ayudarlos a todos en el momento de necesidad.
El grito del bárbaro anuncio la llegada de sus enemigos, el nerviosismo se hizo presente en las filas. Un par de flechas salieron antes de que la orden fuera dada, y comenzó el pandemónium. Bajo el aura protectora de la semielfa, comenzaron a lanzar hechizos, salvaguardas y protecciones a sus aliados, mientras buscaban a los que pudieran estar heridos y necesitar su ayuda.
Un agudo grito le hizo desviar la mirada de la zona de combate, para encontrar a la pequeña alturian en el suelo, atacada por dos bárbaros ignitas. Mientras conjuraba una barrera sobre sí misma y corría hacia la niña, vio a la semielfa interponerse entre la maga y sus atacantes, bloqueando los poderosos golpes de sus enemigos.
Arrastró a la pequeña un par de metros y comenzó a evaluar el daño, preparando una curación superficial que les permitiera huir del peligro. Mientras calmaba a la niña, vio a la guerrera tambalear al ser alcanzada por una flecha encendida; aunque logró bloquear el golpe de espada, el martillo de uno de los esquelios dio sobre el hombro, haciendo crujir los huesos bajo la armadura.
La semielfa gritó una orden, y Ananke ayudó a la joven maga a levantarse para salir del lugar, mientras se preparaba para ayudar a la guerrera. Pero antes de poder lanzar su primer hechizo, vio la imponente figura del bárbaro lanzarse sobre los esquelios y derribarlos con un simple movimiento de su martillo, mientras uno de los caballeros tomaba a la joven en brazos y corría al otro lado del puente.
Mientras invocaba una serie de salvaguardas sobre el caballero y su carga, sintió la fuerte pero gentil mano del bárbaro sobre su brazo, mientras la obligaba a correr hacia el fuerte más cercano. Comenzó a maldecir su larga túnica, intentando seguir sin éxito el paso del guerrero, hasta que finalmente este se detuvo para tomarla y cargarla sobre su hombro.
- Bien, esto no es lo que esperaba cuando en las historias hablan del rescate de la damisela en apuros – comentó mientras apoyaba sus manos en la espalda del bárbaro para acomodarse un poco. Sintió su masculina risa vibrar en su cuerpo, y se sonrojó. Se maldijo internamente, ya que no le gustaba el sentimiento de indefensión (1) que le daba la posición y la seguridad del guerrero. La sostenía con su brazo firme sobre sus nalgas, dejándola demasiado conciente del movimiento de sus dedos sobre su trasero – No te rías demasiado, por muy conjuradora que sea, soy capaz de mostrarte que puedo tener muy poco de damisela en apuros cuando me molestan – el semielfo volvió a reír, mientras apretaba el abrazo alrededor de las piernas de la elfa y embestía hacia la puerta de fuerte.
Chronos (2) había regresado a su tierra por sus hermanos, aunque no estaba realmente interesado en cumplir aquel viejo juramento a su padre. Esperaba que su gemelo o su hermano menor encontraran a una mujer y se hicieran cargo de aquel trabajo, para poder regresar tranquilamente a lo único que sabía hacer: arriesgar su vida en batalla.
En el corto tiempo que llevaban rondando los fuertes de su reino no había prestado atención a ninguna mujer que se hubiese cruzado en su camino. Y no era porque hubiese algo mal en él, sino simplemente no había nada en las mujeres que le rodeaban que le llamase la atención.
Hasta que vio a la elfa. A diferencia de muchos conjuradores, que se quedaban protegidos entre las filas posteriores, la vio alejarse del grupo para atender a una bruja caída y dar apoyo a una pequeña guerrera. Había notado también las protecciones y hechizos que utilizaba iban directamente a guerreros, pero no a los arqueros o magos del grupo. La había visto adelantarse entre las filas para intervenir a un guerrero o curar a la distancia a otro, realizando arriesgadas maniobras para una conjuradora.
Cuando su hermano dejó de atacar para correr hacia la pequeña guerrera que caía antes dos jóvenes esquelios mientras le daba tiempo a la conjuradora para huir, embistió furiosamente y cayó sobre sus enemigos con un preciso golpe que los arrojó al suelo, aturdiéndolos. Pero en vez de correr hacia la seguridad del reino, la elfa lo sorprendió al detenerse para lanzar fuertes salvaguardas sobre su hermano. Sujetó uno de sus brazos y la obligó a cruzar el puente a la carrera, pero al notar que la joven no era capaz de seguir su paso hizo lo más rápido y práctico para él, cargándola sobre su hombro como un bulto.
Escuchó la extraña frase con tintes de broma de los labios de la maga, y no pudo más que reír ante la imagen que ella le presentaba. Ignoró su posterior reclamo y embistió hacia el fuerte, cruzando sus puertas antes de que los guardias las cerraran para preparar su defensa.
Con cuidado dejó a la conjuradora segura sobre sus pies, y la vio alejarse de él con el rostro sonrojado, alisando inexistentes arrugas en su túnica y maldiciendo por lo bajo. Rió nuevamente al verla empujar a su hermano para atender las heridas de la semielfa, mientras intentaba ignorar a los gemelos que se erguían sobre ella.
- Tú sólo ignóralos – le dijo a la joven mientras colocaba el hombro en su lugar – ya vi como actúan, y tienen el clásico complejo de macho heroico que espera alabanza por sus actos. Cuando vean que su alarde de hormonas no nos impresiona se aburrirán y buscarán a otras a quienes molestar.
Los hermanos intercambiaron una mirada divertida al escuchar a la elfa. Sólo con los labios repitieron las frases complejo de macho y alarde de hormonas, y con un gesto cómplice se alejaron de las mujeres. Chronos notó que, aún con los enemigos en las puertas del fuerte, su hermano mantenía su mirada en las (heridas) piernas de la semielfa. Él simplemente se dio el tiempo para ver el trabajo de la conjuradora. Era joven, y evidentemente no había visto aún demasiadas batallas, pero tenía valor, actuaba de una forma extraña para su clase, pero hacía su trabajo con la dedicación y seguridad de los más experimentados.
Quizás, volver a su tierra no había sido tan mala idea.
(1) Indefensión es una condición psicológica en la que un sujeto aprende a creer que está indefenso, que no tiene ningún control sobre la situación en la que se encuentra y que cualquier cosa que haga es inútil
(2) En los mitos griegos, Chronos era el dios de las Edades (desde la Dorada hasta la de Bronce) y del zodiaco. Surgió al principio de los tiempos formado por sí mismo como un ser incorpóreo y serpentino con tres cabezas: de hombre, de toro y de león. Se entrelazó con su compañera Ananke (la Inevitabilidad) en una espiral en torno al huevo primigenio y lo separó, formando el universo ordenado de la tierra, el mar y el cielo.
lunes, 2 de noviembre de 2009
Capitulo 2
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